Editorial: La pólvora, un riesgo que no puede normalizarse

Cada año, la temporada decembrina en Colombia se convierte en un periodo de alerta máxima por las lesiones y daños causados por el uso irresponsable de la pólvora. A pesar de los esfuerzos realizados por las autoridades y la reducción marginal de casos reportados, los números siguen siendo preocupantes: en el periodo 2022-2023, se registraron 1.153 personas lesionadas por pólvora, de las cuales 357 eran menores de edad. Estas cifras, lejos de ser motivo de conformismo, nos exigen redoblar esfuerzos y acciones concretas para prevenir tragedias evitables.

El mensaje debe ser contundente: la pólvora no es un juguete, ni un artículo de celebración que deba estar al alcance de cualquier persona. Su uso debe limitarse exclusivamente a personal capacitado, en condiciones controladas, y bajo estrictas medidas de seguridad. Es inadmisible que niños, niñas y adolescentes sigan siendo víctimas de quemaduras y mutilaciones, muchas veces en contextos donde los adultos normalizan la exposición a este riesgo.

Incluso los artículos de apariencia inofensiva, como las luces de bengala, representan un peligro real y tangible, especialmente para las manos y los ojos de los más pequeños. La permisividad frente al uso recreativo de la pólvora no solo pone en riesgo la integridad física, sino que perpetúa un ciclo de negligencia que normaliza el acceso y la manipulación irresponsable de estos elementos.

Para abordar esta problemática de manera efectiva, es fundamental reforzar las estrategias de comunicación del riesgo. Las campañas preventivas deben ser masivas, sostenidas y dirigidas a todos los sectores de la sociedad, especialmente a los padres y cuidadores. Debemos sensibilizar a la ciudadanía sobre las consecuencias devastadoras del mal uso de la pólvora y promover alternativas seguras y creativas para celebrar las festividades. La educación y la información clara, respaldadas por la vigilancia y sanción efectiva, son pilares para transformar una tradición peligrosa en una oportunidad de construir conciencia colectiva.

No podemos bajar la guardia. Cada persona lesionada por pólvora representa un fracaso social en la protección de la vida y la integridad. Es momento de asumir, como sociedad, la responsabilidad de cambiar esta realidad. La pólvora no es necesaria para celebrar; la vida y la salud sí lo son.